El clientelismo
social y la psicopatía política
Al mencionar la palabra psicópata es común que nos imaginemos al típico
asesino serial con una sed de sangre casi visible ante los ojos de los demás.
Yo misma incluso, cuando hago alusión al tema considero inevitable pensar en la
capa de Jack el Destripador, las obras de artes de Ed Gein y por supuesto el
rostro perfecto del famosísimo Ted Bundy. Es verdad que, aunque
difícil de creer, estos siniestros personajes han sido
totalmente reales, pero el término va mucho más allá del terror. Es importante
que empecemos a zarandear nuestro concepto y nos acerquemos un poco más a la
realidad.
El Dr. Hugo Marietan, médico psiquiatra y escritor argentino, define la
psicopatía de la siguiente manera:
"El psicópata en su accionar no es visiblemente 100% psicópata. No tiene una característica física que lo distinga. Es uno como nosotros. Puede estar tomando apunte o dar una clase, ser un compañero de trabajo, un líder social. Sólo cuando actúa 'psicopáticamente' se lo puede reconocer. Tampoco son todos brillantes y exitosos, los hay errabundos y marginales; otros se manifiestan en un ámbito tan privado (perversiones) que, excepto para el complementario, es una persona común."
Dentro de la gran cantidad de rasgos en la personalidad que puede poseer
un psicópata es preciso recordar que generalmente se caracteriza por ser
mentiroso, manipulador, irresponsable, carente de empatía y amante del
poder. Y es esta última cualidad la que muchas veces les permite
lograr tener éxito en sus objetivos y escalar cada vez más hacia una posición
cuya importancia no solamente depende de la influencia que puede ejercer sobre
los demás, sino también de lo que representa: un refugio de protección y
discreción para sus actos.
Quizá muchos nos preguntemos cómo es que una persona tan importante para
un numeroso grupo puede poseer esta condición sin hacer tanto ruido como un
psicópata marginal. Debemos reconocer que en el poder hay un marco que protege
al psicópata de pagar las consecuencias por sus actos. Es por ello que una vez
esté sentado en la silla hará lo posible por permanecer allí. Ya sea de una
manera totalmente inmoral y despiadada como la coerción, la extorsión, entre
otros. O bien, por medio de herramientas menos estridentes pero no menos
peligrosas. Con estas me refiero a sistemas políticos muy comunes, a los que
fácilmente nos vamos adaptando y le quitamos relevancia. Tal es el
caso del Clientelismo.
El psicópata es casi incapaz de ver en las personas más que un conjunto
de funciones que de alguna manera u otra han de beneficiarle, es decir, utilizan a la gente como medio
para alcanzar un fin. Pero, ¿por qué el
clientelismo puede ser considerado como accionar psicopático?
En un sistema de clientelismo, el poder se utiliza para
obtener beneficio privado. Es más
bien un intercambio de favores, en el que los de cargos políticos regulan la concesión de prestaciones, obtenidas
a través de su función pública o de contactos relacionados con ella, a cambio
de apoyo electoral. Es prácticamente un “Yo te doy si y solo si tú me
das”
Sin embargo, el intercambio no sólo ha de ser favorable. Sino que esa
misma capacidad de decisión puede ser utilizada para perjudicar a quién no
colabore con el sistema. Para que este lado de la moneda sea efectivo es
necesario que primero se cree una necesidad que generalmente ha de ser una
grieta económica. El político le hará ver al pueblo que la única opción para
salir de esa grieta es permitirle ser su salvador. En pocas palabras le
está quitando al pueblo la capacidad de elegir, así como un psicópata siempre
deja a sus víctimas sin opciones.
Recordemos que un sujeto con esta condición siente la necesidad de
representar algo para el otro, de ser insustituible, de ser adulado más allá de
todo.
“El psicópata no
se adapta a la tranquilidad. Él necesita la crisis. Ser reconocido como
salvador. En la paz, él no tiene papel. No la soporta. Por eso las sociedades
lideradas por políticos de estas características viven de crisis en crisis.- Dr. Hugo Marietan